Pancho Villa

Pancho Villa, ícono de la Revolución Mexicana, nació en San Juan del Río, Durango el 5 de junio de 1878. Bautizado como Doroteo Arango, sufrió la vida de campesino, testigo de la forma en que los hacendados acumulaban riquezas aprovechándose de los trabajadores. Su padre murió cuando él sólo tenía 15 años, por lo que se dedicó a trabajar para mantener a su madre y cuatro hermanos. En 1894, mató al dueño de la hacienda por defender a su hermana del abuso sexual y fue forzado a huir. De 1894 a 1910 vivió en las montañas como fugitivo y fue rescatado por una pandilla de bandidos cuyo líder se llamaba Francisco Villa, quien pronto reconoció su lealtad y valentía, asignándolo como jefe de la banda mientras agonizaba tras una herida de bala. Arango asumió el control de la pandilla y el nombre de su antecesor.

Así comenzaron a desarrollarse sus actos de rebeldía y vandalismo que serían tan útiles durante la revolución mexicana. Enfurecido por la miseria de los peones, asesinó a hacendados, robó trenes, ganado y minas para atender y alimentar a los desprotegidos. Pronto fue conocido en todo el país como El Amigo de los Pobres.

Su voracidad como bandido y agilidad para no ser capturado llamó la atención de quienes planeaban la revolución, para fungir como líder guerrillero. En 1910, Francisco I. Madero desafió al dictador Porfirio Díaz con un programa de reformas sociales y llamó a la insurrección. Villa se unió a su causa y puso a sus improvisadas tropas a las órdenes de la Revolución. En 1911, Madero logró derrocar a Porfirio Díaz y fue electo presidente, convirtiendo a Villa en general del ejército para combatir a los poderosos grupos privados que se rehusaban a distribuir la tierra entre los campesinos. Sin embargo, renunció al cargo por diferencias con otro comandante, Pascual Orozco.

El 29 de mayo de 1911, Villa se casó con María Luz Corral e intentó establecerse en una vida apacible, pero la inestabilidad política del país lo llevó a combatir junto con el General Victoriano Huerta en apoyo a Francisco I. Madero, quien estaba siendo atacado por Orozco. Huerta no apreció a su nuevo compañero de lucha, acusó a Villa de insubordinación y ordenó su ejecución. Su vida fue perdonada por Madero, quien lo remitió a prisión. Villa estuvo preso desde junio hasta diciembre de 1912, cuando se fugó de la prisión militar. Madero no ordenó que Villa fuera capturado y vuelto a encarcelar, probablemente porque estaba convencido de su inocencia y no se había atrevido a ponerlo abiertamente en libertad.

En febrero de 1913, Huerta asesinó a Madero y usurpó la presidencia, forzando a Villa a aliarse con Venustiano Carranza para derrocarlo. Pancho Villa libró una serie de batallas con mucho éxito durante los próximos años, conquistando vastas tierras del norte para estabilizar la economía y la justicia. Con un ejército de campesinos, Villa conquistó Chihuahua a finales de 1913 y dirigió la famosa División del Norte, capturando Ciudad Juárez en noviembre de 1913, Ojinaga en 1914 y ganando la épica batalla de Torreón en marzo de 1914. La campaña de la División del Norte contra el régimen de Huerta terminó con la caída de Zacatecas el 24 de junio de 1914. En el verano de 1914, Villa y Carranza se enemistaron, lo que avivó la guerra civil.

Estados Unidos apoyó a Carranza y en 1916 Villa atacó Columbus, Nuevo México, registrando el primer ataque en suelo norteamericano desde 1812. El gobierno de Estados Unidos envió varios miles de soldados a lo largo de la frontera para capturar a Villa y aunque pasaron más de un año buscándolo, nunca lo encontraron.

En mayo de 1920, Carranza fue asesinado y Adolfo de la Huerta se convirtió en presidente interino; él negoció con Villa para que se retirara de la causa, ofreciéndole la hacienda de Canutillo en Chihuahua como parte del acuerdo de paz. Esto logró que Villa entregara las armas en junio de 1920, en Sabinas, Coahuila, a cambio de no interferir en la política.

Pancho Villa vivió tranquilamente los siguientes tres años, pero al acercarse la sucesión presidencial, el centauro del norte decidió poner a prueba su popularidad. Su carisma era suficiente para levantar a varios miles de hombres en contra del gobierno y aunque no quería el poder, solo quería seguir alimentando su vanidad e influencia sobre los acontecimientos nacionales, evidenciado porque la prensa nacional e internacional seguía sus pasos con mucho interés.

Aunque Villa era amado por muchos, también era odiado por algunos decididos a tomar venganza. El diputado de Durango, Jesús Salas Barraza y el comerciante de Parral, Gabriel Chávez, estaban obsesionados con eliminar a Villa por razones personales. El presidente Obregón y el futuro candidato presidencial, Plutarco Elías Calles, se enteraron del complot y no hicieron nada por evitarlo, incluso Calles garantizó la impunidad de los futuros asesinos.
Los asesinos eligieron Parral para llevar a cabo la emboscada, un viejo pueblo minero en Chihuahua que Villa frecuentar para visitar a una de sus tantas mujeres, Manuela Casas. El trazo de este pueblo forzaba a todos los autos a pasar por la Plaza Juárez, en frente de la cual los asesinos rentaron una habitación. Pancho Villa y su secretario particular, Miguel Trillo, abordaron su automóvil para emprender el viaje de vuelta a Canutillo, el 20 de julio de 1923. Cuatro tiradores se apostaron en las ventanas de la habitación y dispararon cientos de balas contra el auto, luego tomaron sus caballos y huyeron.

Obregón y Calles fingieron estar sorprendidos por lo ocurrido y ordenaron una exhaustiva investigación para esclarecer el crimen. Jesús Salas Barraza y Melitón Lozoya, dos de los asesinos, fueron detenidos, juzgados y condenados a setenta años de prisión, pero fueron indultados y puestos en libertad un año después.

La polémica siguió a Villa incluso después de su muerte. En febrero de 1926 su tumba fue profanada, su cráneo fue cercenado y robado.
Las leyendas pronto surgieron para intentar dar una explicación. Dos de las más simpáticas son que los estadounidenses, perplejos por la invasión a Columbus en 1916, decidieron estudiar el cerebro de Villa y la otra señala que el coronel Francisco Durazo, jefe de la Guarnición de Parral, leyó que se ofrecían 50 mil dólares por la cabeza de Villa lo interpretó literalmente. Cualquiera que haya sido la razón de este extraño hurto, la cabeza de Villa jamás ha sido encontrada; el resto de su cadáver está depositado en el Monumento a la Revolución.


Artículo Producido por el Equipo Editorial de Explorando México.
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